Ser o no Ser, esa es la elección

Si a los integrantes de una empresa se les preguntara acerca de la identidad corporativa de su organización, con probabilidad, lo primero que les surgiría estaría relacionado con la imagen visual: el logotipo, el color, el diseño de las tarjetas o de la web, su publicidad…   Si se les preguntara sobre la filosofía, la misión y los valores, es probable que la mayoría tuvieran dificultad en transmitir de manera fluida y convincente su conceptual, la esencia que define la personalidad de su empresa. La identidad corporativa es la imagen visual -lo externo- y es también la cultura y sus atributos -lo interno- lo que la definen.

Al igual que sucede con la identidad de las organizaciones, podría hablarse de una identidad o marca personal para referirse también a las personas, lo que en primer término estaría asociada a lo externo, a lo que se ve: la imagen física, las pertenencias,  y también al rol asociado a su profesión o vocación elegida: profesor, directivo, arquitecto, empresario, madre…  papeles y situaciones que cuentan con un significado y valor social. Cuándo conocemos a alguien lo primero que le decimos es nuestro nombre, de dónde somos, y a qué nos dedicamos. A medida que hay mayor contacto empezamos a conocer los pensamientos, los deseos, las cualidades… aquello que resulta no tan visible, y que emerge a medida que nos abrimos y mostramos otros aspectos del yo que creemos ser.

Ahora bien, ¿qué pasa con nuestra identidad cuándo las pertenencias o nuestra situación cambia? ¿qué sucede cuando ponemos todas nuestras expectativas de vida en un único rol, digamos ser madre, y los hijos crecen y se van?. ¿Y cuándo todas nuestras expectativas se centran en conseguir y tener una carrera, un patrimonio, una familia…  y un día, de repente, nos quedamos sin ello? ¿qué hacer entonces? ¿frustrarnos, deprimirnos, sentirnos fracasados?…   ¿Significaría entonces que estamos tan apegados que creemos ser lo que hacemos o tenemos?. ¿No existe la posibilidad de ser más de lo que vemos, de ser algo más ilimitado y atemporal que un envoltorio?

Nuestra mente dicta pensamientos producto de deseos y estímulos activados por el entorno en el que vivimos. Desde que nacemos estamos sometidos a un bombardeo incesante de mensajes relacionados con cómo hacer, cómo tener,  cómo conseguir.

Al identificarnos con lo externo, lo que vemos, ¿quiere decirse entonces que lo otro no existe? ¿y cómo lo sabemos?¿y qué pasa con lo que sentimos, con lo que está en nuestro ser interior y se manifiesta en forma de sensaciones que nos transportan a estados o momentos de paz, de amor, de dicha… por fugaces que éstos sean? Al igual que sabemos que el aire existe, y no porque lo veamos sino porque lo sentimos, ¿qué dirías de tu ser? ¿dónde sientes que está? ¿que crees que es tu identidad, lo que se ve, lo que parece, lo que se dice, o acaso es lo que sientes? Ser o no ser, esa es la cuestión y también una interesante elección.

Esther Lobo – Socia Catalizadora

elobo@cataliza.org   www.cataliza.org

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