Cuidamos a las personas en sus entornos de trabajo, las instituciones cuidan de que dispongan (o no), de los más avanzados medios técnicos, de las más novedosas herramientas y de los mayores conocimientos posibles, algo que parece augurar el éxito sin paliativos…
Pero nos encontramos con entornos profesionales, en su gran mayoría, anclados en estado de ánimo de resignación equipos, tal como nos define Peñalver, O (2009). Emociones colectivas (pag. 87). Barcelona: alienta editorial, “desmotivados, con sensación de derrota, sin iniciativa. Eluden retos y se conforman con lo que hay. Se respira tristeza y apatía” (sic).
Las instituciones se han olvidado de las personas que componen los equipos y de los equipos como tales, con una emocionalidad que, en los más de los casos, simplemente son ignoradas; comités de dirección en los que la expresión de las emociones está, tácitamente prohibida y es amputada en cuanto aparece por la puerta, algo que deriva en el enquistamiento de estas, creando unos estados de ánimo como el descrito en el párrafo anterior.
Hace algunas semanas, trabajando junto a un compañero, socio y amigo, con un equipo de ventas, pudimos observar como la libre exposición de esas emociones transformaba al colectivo, reforzaba alianzas como si de cola de carpintero se tratara, permitiendo una euforia que podía llevarles allá donde se propusieran, sin que existiera un objetivo imposible de alcanzar.
En esa experiencia, uno de los integrantes del sistema, reclamaba espacios para poder compartir emociones, más que conocimientos, aunque utilizando estos como camino de la expresión.
Parece que a la dirección de algunas organizaciones les produzca pánico la libre expresión de las mismas, como si temieran que se desbordaran y les llevaran contra las rocas del desastre organizativo, provocando en las personas una aversión hacia ellas.
Me gustaría, a este tipo de organizaciones, lanzarles una simple pregunta, no exenta de cierta profundidad, ¿qué cambios podrían producirse en el equipo si este dispusiera de un espacio seguro en el que poder explorarlas y abordarlas, en el que exponer sus miedos, sus angustias, como también sus ilusiones y sus anhelos?
Jordi Vila – Socio Catalizador
jvila@cataliza.org http:// www.cataliza.org
Reblogged this on koakura.
En los equipos lo que pasa y pasaría es que tendrian un ambiente más sincero y positivo, más valiente, sin miedo a los conflictos, ni al que dirán. Y sería un equipo mucho mas productivo, algo que las organizaciones parece que les cuesta entender. No estamos hablando de eqipos «bonitos» estamos hablando de equipos implicados, motivados y seguros que no pierden el tiempo por los pasillos, ni con chismorreos, que buscan soluciones juntos porque saben donde van.
Y la pregunta se puede extender a nuestras familias, a nuestros grupos de amigos ¿Manifestamos nuestras emociones?, ¿Nos decimos que nos apreciamos y necesitamos? ¿Comentamos nuestros miedos?, ¿Compartimos como gestionarlos?.
Muy buenas Beti,
En primer lugar, gracias por esta aportación tan rica que define de una forma fantástica lo que es la gestión de las emociones en el Equipo o, más bien, sus consecuencias.
Estamos demasiado en lo políticamente correcto, en evitar el conflicto por, y permitirme emitir una hipótesis, el miedo al rechazo, a no ser aceptado por el círculo en el que me muevo, con lo cual, lo que hago es vivir una vida que no es la mía, en un ambiente de plástico que mata la autenticidad.
Es posible, solo hay que poner cada uno de nuestra parte y lo iremos consiguiendo.
Gracias de nuevo. Un abrazo grande.
Jordi