¡Ojo con David!, me han dicho que es chiquito pero matón, escurridizo, vivaracho, listo como el hambre y, particularmente querido por quienes le conocen bien; es especialmente peligroso cuando tiene delante a un Goliat pagado de sí mismo, ególatra, vistiendo a diario el traje del emperador y despreciativo cuando la humildad llama a su puerta.
Su virtud en la batalla desigual es, precisamente, la de quien sabe medir las distancias, jugador de fondo, contrincante incansable que tiene, como libro de cabecera, alguno de Sun Tzu que le permite relativizar en gran modo el significado de la derrota o la victoria, el ahora y el mañana, el blanco y el negro. No será él quien inflija los golpes, bien al contrario, sabrá volver los del contrario en su favor.
Gran error el de Goliat al no considerar a David opositor suficiente, al considerarle demasiado pequeño como para obrar en justicia con él y pretender ponerle bajo su yugo.
Jordi Vila
Socio