> Por Judith Aparicio.
Cuando nos colocamos en la posición de los demás, adoptamos una perspectiva de la situación completamente nueva. La riqueza que nos aporta ver las cosas y las personas desde diferentes ángulos nos ayuda a comprender mejor los matices.
Arbinger nos propone una nueva manera de pensar ‘fuera de la caja’, que supone ver a las personas como lo que son, con sus necesidades, anhelos y temores. Se trata de alzar la mirada hacia los demás y dejar de mirarnos el ombligo. Sólo así seremos capaces de una mayor comprensión, sólo si abandonamos la idea de que las personas son objetos o medios; obstáculos o impedimentos para lograr nuestros fines; sólo si dejamos de mirarlas con indiferencia, como si no existieran.
‘En los zapatos’ de nuestros compañeros
El primero de los ejemplos hace referencia a una persona que comenzaba su trayectoria profesional en el departamento de Recursos Humanos: yo misma. Lo hacía en una empresa tecnológica de todos bien conocida: Hewlett Packard.
Sabemos que las personas jóvenes que inician su carrera laboral lo que desean realmente es aprender y posicionarse poco a poco, sentir que su aportación a la empresa resulta valiosa. Era mi caso.
Hewlett Packard experimentaba en aquella época un gran crecimiento, el negocio de las impresoras iba viento en popa y la empresa necesitaba incorporar muchos ingenieros en su plantilla.
Yo tenía muy claro mi objetivo personal de aprender, sin embargo decidí buscar una estrategia que además permitiera alcanzar los resultados que la empresa HP deseaba. Pensé que si lográbamos acercar la marca a la universidad, serían los propios estudiantes de Ingeniería quienes se interesarían por trabajar con nosotros. De ese modo, mi objetivo personal lo transformé en un objetivo corporativo.
Así fue cómo comenzamos, mis compañeros ingenieros y yo, a visitar universidades.
«Queríamos contagiar con nuestra motivación a los universitarios para que se interesaran por trabajar con nosotros.»
Habíamos conseguido que los jefes del departamento de I+D también se implicaran y así, poco a poco, fuimos organizando diversas actividades para lograr nuestro fin. Siempre nos acompañaba una mujer ingeniera, como ejemplo del valor que aporta el talento femenino en los entornos tecnológicos.
Al año siguiente, Hewlett Packard se había convertido en una empresa modelo. Era la compañía más deseada por los estudiantes universitarios, la más atractiva para trabajar en ella. ¡En tan sólo unos ocho meses habíamos dado la vuelta a la situación!
Sin duda, podíamos calificar los resultados de extraordinarios, en cuanto a visibilidad de la empresa, agilidad y ahorro en costes de contratación. Con el cambio, habíamos salido ganando todos. Los ingenieros que me acompañaban aprendieron habilidades para presentar en público, rompieron su rutina para acometer nuevas tareas que les aportaron motivación y crecimiento. El proyecto tuvo tal repercusión que se implantó en otros países y en otras empresas de otros sectores. Sirvió como ejemplo a seguir durante mucho tiempo.
«Un modelo que sirvió como ejemplo en otros países.»
Nada de todo esto habría sido posible sin mis compañeros, ni tampoco sin comprender lo que pedían los jefes y lo que necesitaba la empresa: contratar personas con un alto nivel profesional y hacerlo muy rápidamente.
Moverse desde un objetivo estrictamente personal hacia uno compartido reporta excelentes resultados. En este caso, se trataba de dar un paso más allá, de buscar una solución creativa para resolver una necesidad, teniendo en cuenta a las personas implicadas y anteponiéndolas para ver cómo podía el proyecto también beneficiarlas a ellas.
En los dos próximos posts, continuaré compartiendo con vosotros mi experiencia, con dos ejemplos más sobre el cambio de mentalidad y la gran transformación que supone pasar ‘del yo al nosotros’.