La crisis, además de incertidumbre, preocupación o miedo, tiene la facultad de sacudir el polvo, remover y facilitar que broten semillas creativas que impulsen a repensar y actuar de forma diferente a lo que se ha venido haciendo hasta la fecha. Está surgiendo un nuevo modelo de liderazgo; un estilo de dirección producto de capacidades que empiezan a perfilarse como rasgos distintivos de trabajadores “brillantes” y entre las que se podría destacar la de servir como catalizadores del cambio aprovechando las posibilidades existentes en los equipos.
Hasta hace poco capacidades como empatía, escucha, colaboración, o comunicación no eran competencias prioritarias entre los cuadros directivos primando más otras relacionadas con asertividad, decisión, planificación o ejecución. Sin embargo afrontar de forma adecuada las situaciones emocionales que envuelven actualmente los entornos de trabajo, requiere convertirse en un buen mediador, un facilitador capaz de despertar la confianza en los demás, y establecer un nivel de comunicación y relación con el equipo que contenga saber escuchar, ser capaz de persuadir y saber aconsejar. Para poder alentar la confianza, es necesario ser consciente de uno mismo, esto es, conocerse bien, y considerar la importancia de asumir el punto de vista de los demás y ser capaz de estar plenamente presente. Permanecer alerta y centrado.
Lo que diferencia a directivos «brillantes» de mediocres es la autogestión y su capacidad para reconocer pautas, es decir, saber extraer la información necesaria para comprender las tendencias más relevantes y forjarse una visión global que permita planificar estrategias de acción para el futuro. Sigue leyendo