Cuidamos a las personas en sus entornos de trabajo, las instituciones cuidan de que dispongan (o no), de los más avanzados medios técnicos, de las más novedosas herramientas y de los mayores conocimientos posibles, algo que parece augurar el éxito sin paliativos…
Pero nos encontramos con entornos profesionales, en su gran mayoría, anclados en estado de ánimo de resignación equipos, tal como nos define Peñalver, O (2009). Emociones colectivas (pag. 87). Barcelona: alienta editorial, “desmotivados, con sensación de derrota, sin iniciativa. Eluden retos y se conforman con lo que hay. Se respira tristeza y apatía” (sic).
Las instituciones se han olvidado de las personas que componen los equipos y de los equipos como tales, con una emocionalidad que, en los más de los casos, simplemente son ignoradas; comités de dirección en los que la expresión de las emociones está, tácitamente prohibida y es amputada en cuanto aparece por la puerta, algo que deriva en el enquistamiento de estas, creando unos estados de ánimo como el descrito en el párrafo anterior. Sigue leyendo