Haciendo un paralelismo entre las filosofías de coaching y de marketing encuentro un elemento común claro: ESCUCHAR al cliente, averiguar lo que quiere, lo que necesita, y pensar siempre en positivo, siempre con optimismo.
Cuando escuché por primera vez en 1985 el significado de la palabra “márketing”, recuerdo que me impactó su vocación “limpia” de satisfacer las necesidades del consumidor, de forma auténtica y sincera, sin trampas y con transparencia.
Un concepto tan simple me pareció totalmente rompedor con la mentalidad fabricante de la mayoría de empresas que conocía, más orientadas a producir y a empujar luego el producto al mercado.
La empresa orientada al márketing, apuesta por un proceso más empático e inteligente emocionalmente con el consumidor, y le pregunta qué producto le gustaría comprar, para luego fabricar lo que quiere.
Un proceso de coaching puede parecerse a un plan de márketing personalizado, donde la esencia de la persona es el núcleo del producto, el precio es lo que decide valer e invertir en sí misma, y a partir de sus valores, decide sus objetivos y las estrategias de cómo alcanzarlos.
¿Y cuál es la vocación del coaching? Pues muy similar a la del márketing, pero con mayor trascendencia vital: satisfacer el anhelo humano de liberar su máximo potencial. Sigue leyendo