Conciencia, autogestión y motivación son las piedras angulares que determinan la competencia emocional de una persona.
El conocimiento o conciencia de uno mismo es un instrumento valiosísimo para el cambio, especialmente si nuestra necesidad de cambio se halla en consonancia con nuestras propias metas personales, con nuestra misión y con nuestros valores fundamentales, entre los que se encuentra el hecho de que intentar mejorar resulta algo natural y positivo.
Saber cómo somos nos facilita poder gestionar de forma adecuada nuestras emociones e impulsos conflictivos. La autogestión nos ayuda a mantener la calma en momentos críticos o a manifestar opiniones sin explosiones. El autoconocimiento desempeña también un papel fundamental en el control del estrés.
Despertar y mantener la motivación. Conocer las tendencias que guían o facilitan el logro de los objetivos que deseamos alcanzar. Saber y utilizar lo que nos fortalece en nuestro camino hacia el logro.
El ser humano no actúa únicamente por razonamiento. En él influyen también las emociones y los sentimientos. El líder actual entiende que al rendimiento, la eficiencia, la rentabilidad y los resultados hay que sumar además habilidades sociales y una mayor empatía junto con la capacidad de flexibilidad y adaptación al cambio. Separar lo racional de lo emocional sería como seccionar la cabeza del tronco y pretender que funcionaran igual juntos que por separado.
Esther Lobo
Socia de Cataliza